Amados,
Lucháis por percibir la presencia de los Maestros de la Sabiduría, aspirando a que Se manifiesten a vuestros ojos y a vuestros sentidos.
Antes de que eso, algún día, pueda suceder, tendréis primeramente que contactar con el “Señor de vuestra Alma”.
Tendréis que, definitivamente, haber reconocido y amado a vuestro Maestro Interior.
Vuestro Maestro Interior es vuestro mayor amigo y consejero.
Él es un Ser real, legítimamente a vuestro alcance.
Él es un Ser excelso, siempre pronto a derramar en vosotros la Luz de la Sabiduría; siempre pronto a encender para vosotros la Luz esclarecedora y orientadora en el Camino.
Es errado buscar, de forma invariable y exclusivamente, la Luz y las soluciones fuera de vosotros, aunque las fuentes iluminadoras puedan – pudiesen – ser los Maestros de la Divina Jerarquía. No debéis continuar dependiendo exclusivamente de vuestros Hermanos Mayores, de cualquier intermediario de lo Divino.
Si fuera esa vuestra forma de proceder, tardaréis en encontrar la verdadera llave del camino: vagaréis por largo tiempo en un halo de indefinición, posiblemente cerca del tesoro, pero ignorantes de la forma en como volverlo parte integrante de vosotros.
La personalidad es como la sombra del alma reflejada en el mundo lodoso de las formas y de las ilusiones.
Permaneceréis siendo simplemente una sombra si no aspiráis – vehementemente y por encima de todo – al soplo, al alimento constante y vivificante, que proviene de vuestra propia alma.
Para tornar la personalidad verdaderamente viva, el alma – el Yo Superior, el Yo Mayor -tendrá que poder insuflar, tendrá que inundar y llenar ininterrumpidamente con su vida esa sombra (que es hoy, vuestra morada), a través del camino que abráis, esforzada y persistentemente, entre las dos.
Este es un mensaje del Señor Cristo Maitreya.
Ante la claridad de Su Mensaje, solo nos queda buscar la forma de abrir ese tan ansiado puente entre lo físico y lo Divino; entre la personalidad y Su Mente Superior.