ESCUCHA LA ENSEÑANZA
Los individuos que tienen una vocación espiritual no encuentran la felicidad, a menos que se les permita seguir los dictados de sus corazones en esta dirección. Los chelas conscientes y estudiantes de los Maestros caen en esta categoría. Las experiencias de la vida y los “soplos” de la conciencia continúan aguijoneando al estudiante, hasta que llega a alguna línea de enseñanza espiritual donde la sed de su alma es saciada, y se siente de por sí en el sendero de su propia elección. Sin embargo, aquí el aspirante espiritual a menudo se queda corto del laico con una vocación de mucho menos valor para la evolución mundial, ya que el estudiante no siempre reconoce la Ley impersonal que le dice a todo hombre,“sirve al tiempo que aprendes”.
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El interno en el hospital, la estudiante de enfermería, el novicio en el convento, el sacerdote estudiante, acepta esta ley con felicidad, a sabiendas de que mediante el servicio vendrá mucho de su conocimiento y desarrollo. Sin embargo, el estudiante espiritual, partiendo de un sentido de orgullo o de una noción errada de la Ley, a menudo desperdicia toda una vida en contemplaciones metafísicas y estudios abstractos, mientras que a la Hermandad —a la cual profesa amar— se le niega la asistencia práctica de sus energías actualmente desarrolladas, talentos y, en general, su fortaleza y riqueza de conciencia. Estos hombres y mujeres fracasan en la primera iniciación, la cual es “las obras prácticas hacen que esté disponible el conocimiento adicional”.
Tomado del libro “Diario del Puente | Hilarión”