Tú no eres culpable de nada de lo que a los demás les suceda, los demás tampoco son culpables de nada de lo que a ti te suceda

 

Tú no eres culpable de nada de lo que a los demás les suceda, los demás tampoco son culpables de nada de lo que a ti te suceda

¿Por qué los demás no son culpables de los que pasa? Independientemente de lo que los demás hagan, nadie puede manjar nuestros sentimientos y pensamientos; somos nosotros los únicos que podemos determinar la forma de actuar en una situación cualquiera. Pero ¿cómo lo hacemos? Nuestras acciones están determinadas por la interpretación conceptual. Interpretamos lo que otra persona hace; eso lo hacemos nosotros mismos, cada uno de manera individual; interpreta las acciones ajenas desde sus creencias y forma de ver la vida, desde lo que aprendió y vivió hasta ese momento.

Si la interpretación que hacemos, la hacemos desde el ego o creencias limitantes, ésta es necesariamente equivocada y el resultado inmediato será llenarnos de angustia, miedo y sufrimiento; si interpretamos desde el amor y la verdad, no hay sufrimiento; hay comprensión. Pero ¿qué comprendemos? Que todo lo que sucede en el universo es perfecto y sucede por amor, que tiene una razón de ser dentro del proceso de la evolución, que la experiencia era necesaria para mí y para los involucrados en la misma porque nos enseña algo que teníamos que aprender.

En el proceso de la culpa existe un elemento necesario y es la creencia de que los demás me hacen algo, cuando en realidad nadie puede hacerme nada; la verdad, la única verdad es que somos nosotros mismos los que nos hacemos daño, con lo que los demás hacen o dejan de hacer; somos nosotros mismos lo que nos llenamos de odio y rencor, los que despreciamos la energía de nuestro pensamiento en construir venganzas aferrándonos a un pensamiento continuo y repetitivo que no queremos abandonar de cómo sucedieron las cosas y cómo nos hubiera gustado que sucedieran, de cómo desquitarnos por lo que nos parece injusto, en la creencia de que esto nos traerá tranquilidad.

 

Cuando interpretamos equivocadamente lo que los demás hacen o dejan de hacer, nos hacemos daño a nosotros mismos.

 

Inversamente, si nadie puede hacernos daño, tampoco nosotros podemos hacerle daño a nadie. No somos responsables de lo que les sucede a los demás; no podemos determinar sus experiencias; no podemos decidir, pensar o actuar por ellos. Ellos no tienen la culpa de lo que nos pasa, pero nosotros tampoco tenemos la culpa de lo que a ellos les pasa.

Entonces ¿dónde está el culpable? Donde este planteamiento queda bien claro que no existe el culpable, solamente es un fantasma cultural creado por el ego y la ignorancia humana. Lo que existe es un sistema de creencias absurdas que nos lleva a interpretar la vida equivocadamente; cada uno de nosotros tiene un cierto nivel tanto de ignorancia como de sabiduría y desde su propio nivel hace una interpretación de los sucesos, las situaciones, las acciones y de la vida en general.

Desde el sistema de creencias humano o del ego y desde las leyes de los hombres, es obvio que siempre estaremos hablando de culpa y castigo; desde las sabiduría, las leyes divinas y la verdad del universo hablaremos de “acierto y error”

Pongamos un ejemplo: cuando en un accidente automovilístico alguien atropella a una persona y ésta muere, ¿existía la intención de hacer eso? Evidentemente no, ni el conductor un la persona que se atravesó tenían la intención de que eso sucediera. Lo que sucedió fue un accidente, en un accidente no hay culpables de ninguna naturaleza; posiblemente existe alguien que cometió un error, pero cometer un error no es ser culpable. Una persona comete un error porque no sabe lo suficiente, porque es inexperto o porque se distrajo; en ese caso lo que realmente se necesita en pedagogía, hay que enseñarle a esta persona, hay que permitirle un mejor entrenamiento para que no vuelva a cometer el mismo error, esta persona necesita aprender del error que cometió, culparla y castigarla no beneficia a nadie y sí causa mucho daño; es más, incluso después del castigo puede continuar cometiendo el mismo error, sin que haya una verdadera solución.

Analicemos otro ejemplo: ¿es culpable el niño que hace mal una suma? Es evidente que el niño no sabe sumar bien, no merece un castigo, necesita que se le enseñe más y se le permita un mejor entrenamiento hasta que aprenda a sumar bien.

Entonces: Tú no eres culpable de nada de lo que a los demás les suceda y los demás tampoco son culpables de nada de lo que a ti te suceda.


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