Veíamos que la chispa divina, una vez revestida de materia en un planeta, manifiesta la plena libertad de su libre albedrío y según sea el deseo de ser encarnado puede aprovechar o derrochar la herencia del padre, utilizar bien o mal su energía, pero igualmente deberá responder por sus actos.
En muchas moradas de padre, el ser humano ha derramado y desaprovechado esta herencia y por lo tanto ha tenido que descender. Este es el caso particular de la tierra, Marte, Saturno, Strain y Saturno. También ha caído, aunque en forma más leve Sirirus, Maytrius, Júpiter, mercurio y Urano entre otros, pero se han repuesto a tiempo alcanzando una evolución superior.
Como ya se dijo, muchos planetas han caído, pero la tierra lleva el record de caídas completando en este momento la séptima caída. La primera de ellas fue la destrucción y hundimiento de la Lemuria; ésta fue una gran civilización que alcanzo a ver la luz y llegó a convertir su planeta en una ciudad dorada, donde los seres manifestaron el estado de superhombre: sin embargo, se sintieron grandes y poderosos, creyéndose dueños de la naturaleza olvidándose de Dios, de su propia esencia y por lo tanto destruyendo todo lo natural hasta llegar al caos. Todo esto produjo su hundimiento en forma tal, que no quedó vestigio alguno.
La segunda caída fue el hundimiento de la Atlántida. Luego del hundimiento de la Lemuria, por ley de equilibrio, surgió otra masa continental que se llamó la Atlántida. En ella, muchos seres alcanzaron también gran evolución espiritual, sin embargo cayeron; se sintieron poderosos y grandes, destruyendo todo lo natural, dejándose obnubilar por las formas aparentemente bellas y hermosas, y descuidado su propio desenvolvimiento interior, dejándose llevar de la soberbia, en forma tal, que a través del afán de poder y la traición ocasionaron, que esta maravillosa civilización de gran apogeo se hundiera de nuevo. Allí perecieron miles y miles de seres, que no quisieron escuchar el llamado de los seres de luz.
Sin embargo algunos seres se mantuvieron firmes en la luz y con gran fe se alejaron de allí; unos se dirigieron a la isla de Poseidones, otros a Egipto, otros poblaron América, sin embargo, la gran masa de hombres en la Atlántida, contemplaron la catástrofe, en el momento mismo del desastre, no escucharon ruido alguno, ni siquiera el canto de los pájaros, todo quedó en un silencio desconcertante: los seres no sabían qué hacer, si quedarse o salir corriendo; era tal el silencio que no hallaban que pensar. De un momento otro se fueron agrupando las nubes hasta que todo se convirtió en oscuridad y a partir de ese momento irrumpieron grandes lluvias y grandes marejadas, tanto en el mar como en los ríos, los cuales inundaron el continente. Simultáneamente, aparecieron grandes erupciones volcánicas en el mar y la tierra, así como grandes sismos, cataclismos y huracanes que destruyeron todo.
La tercera caída, fue la destrucción de la tierra Israelí, la cual apareció varios miles de años después de la Atlántida, la ubicación de dicho continente no es conocida por los sistemas actuales, ni ha quedado registrada en ningún mapa; sin embargo, la narración bíblica de la travesía de Moisés, aunque es una alegoría, puede decirse que fue una realidad, ya que muchos seres que alcanzaron un nivel de iniciación superior, fueron llevados a aquel continente, el cual logró la edad de oro, pero, nuevamente al sentirse grandes y poderosos se dejaron llevar por el orgullo y la soberbia, autodestruyéndose, sin dejar rastro alguno de lo que fuera una hermosa civilización.
Las otras caídas han sido pequeñas y no han tenido gran trascendencia: las destrucciones de ciudades como Sodoma y Gomorra, que fueron inundadas en lo que hoy se conoce como el mar negro; la destrucción de Pompeya; la primera y Segunda Guerra Mundial, la destrucción de Nagasaki e Hiroshima al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando nace la era atómica del hombre. Por último: vivimos actualmente, la séptima caída del hombre por el egoísmo, el orgullo, el odio, la soberbia, la lujuria, la ambición y la codicia que han generado y han de generar sin lugar a dudas, grandes terremotos, grandes marejadas y grandes inundaciones, lo cual se evitaría si la humanidad diera un gran cambio en su conciencia, poniendo orden en su vida, y armonizándose con la naturaleza.