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Reflexión
La felicidad parte de la atención que es el uso fundamental de la conciencia.
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Cuando estás atento, te centras y eres dueño de ti mismo y de tu potencial.
Cuando estás atento, generas un láser con tu propia consciencia y ahí habitas y tienes el movimiento, la vida y el ser.
Cuando estás atento, construyes un espacio interior que te conecta con el infinito.
Cuando estás atento, construyes el instante y en ese instante eres eterno.
Cuando estás atento, te reconoces a ti mismo y vuelves a nacer de ti mismo.
El primer paso a la felicidad es la autenticidad
La autenticidad es una genuina identidad, una identidad única, original; es la identidad que nos hace íntegros… La vida es creativa cuando es única. La vida es arte, se goza, se inventa a cada momento. Cuando eres único vives la magia del amor. El amor no se gasta, no es repetitivo, no se fatiga, el amor no es rutina, ni condición… Es una fuerza magnética, atractiva que te renueva a cada instante.
Cuando te puedes renovar a cada instante eres único. Cuando eres único, te das cuenta de que eres importante, porque eres irrepetible y no tienes competencia posible, porque puedes compartir, te puedes entregar sin temor a perderte y con cada entrega te vas a renovar, te vas a completar y además, vas a completar al otro con tus ojos, con tu abrazo, con tu palabra, con tu silencio, con tu compañía, con tu presencia… Así puedes disfrutar la vida.
Primera clave para la felicidad: sé como tú; no como nadie más, único, irrepetible y original.
Da tu propia nota en la sinfonía de la creación, esa nota que es necesaria porque no hay dos seres humanos como tú. Cuando tú no pretendes ser como nadie más que como tú, entonces descubres esa corriente hermosa del Creador que eres, y entras en el mundo maravilloso de tu tierra, de tu raíz, de tu savia, entras en el lugar desde el que puedes re-nacer. Si no te aceptas, si no te amas, si no te afirmas, nada podrás encontrar. Autoafírmate para que te completes, para que completes el universo que está en constante movimiento, haciendo su labor de llevar a nuestra vida nuestros deseos.
El segundo movimiento hacia la felicidad es la adaptabilidad.
Adáptate a la vida, al cambio, a la corriente. No te resistas pues produces calor, desgastas tu energía. Cuando no te resistes, la vida pasa a través de ti y te refresca y te fecunda.
Necesitas del otro para mirarte, reconocerte, observarte en ese espejo y poder modificarte y crecer hacia un nuevo ser. Esa nueva tierra tuya ha sido fecundada por el tú, cuando el tú cabe en el yo, entonces surge la maravilla del nosotros.
Nuestra tierra es vulnerable y puede así germinar. Nosotros somos también vulnerables y nos podemos adaptar. Nuestra adaptabilidad es nuestra mejor fortaleza.
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¿De qué está hecha nuestra vulnerabilidad? Está hecha de flexibilidad. No tenemos que ser perfectos. Cuando somos auténticos y a la vez somos flexibles podemos germinar. Cuando el propósito del alma germina, entonces nos podemos realizar.
La humildad es la clave del aprendizaje, sólo desde la humildad podemos abrir nuestro corazón y sensibilizar nuestra piel, todas nuestras pieles, la piel de nuestro campo mental, de nuestro campo emocional y abrirla a la caricia del cosmos.
Vulnerabilidad, humildad y flexibilidad son las claves para la nueva vida, para recuperar el poder de servir y disfrutar. El orgullo nos impide disfrutar, porque el orgullo nos separa. El orgullo divide y destruye el territorio de la conciencia, que es el territorio del nosotros.
Dos movimientos pues hasta el presente: El yo interno que nos conduce a la autenticidad y en segundo lugar la adaptabilidad para llegarnos al tú y construir un nosotros.
Ahí viene la tercera condición para la felicidad, la más difícil de todas: la vida cambia aunque nunca muere. No hay nada constante. No te resistas al cambio. El cambio te introduce en una corriente de transformación y transmutación que permite al Espíritu fecundarte.
El cambio es fuerza transmutadora. No temas el caos, pues es la matriz del cambio. No temas la oscuridad, pues son reveladores de la luz. Cuando aceptamos las transformaciones y las transmutaciones podemos ascender en la savia de la evolución, florecer y dar nuestro fruto.
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Cuando nos reconocemos, encontramos la crisis aseguradora del cambio. Vivir es un proceso de cambio permanente. Cuando tenemos crisis, la vida se bifurca y no vuelve a ser la misma.
El cuerpo es un instrumento del ser y el ser es ese proceso de cambio permanente que nos empuja en un proceso de aprendizaje continuo… Vivir es encender un fuego interior, es convertir el conocimiento en sabiduría que nos permite desenvolvernos en un proceso de cambio permanente.
En el presente podemos siempre aprender del pasado. Podemos cambiar la historia aprendiendo las lecciones. Hay dos tipos de seres humanos: los aprendices y las víctimas. Tú puedes optar por una u otra vía. Puedes optar por dejar de ser víctima de tus creencias. Recuerda que ellas también pueden ser dagas o cáncer, pueden ser fatales.
Tú terminas convertido en aquello que crees de ti. Tú creas el universo en el que crees. Si tú crees que eres culpable, te castigarás de mil maneras. Si tú crees que no eres digno, te enfermarás. Podrías, sin embargo, mirar al pasado, con ojos de presente, de presencia y de amor, no para quedarte en el dolor de tu pasado, sino para aprender la lección que dejaste de aprender.
Todas las lecciones aprendidas te ayudan a disfrutar de la Presencia que habita en tu presente. Los problemas los podemos volver a re-vivir desde la consciencia y no desde la culpa o el condicionamiento.
El problema no es lo que nos pasó, el problema es cómo vivimos lo que nos pasó. Si pudiéramos dejar el rol de la víctima, podríamos resolver esos aspectos cruciales que siguen congelados en nosotros.
La historia no es lo que pasó, sino la lectura que haces de ella. Si no dejas ir a las cosas, éstas se siguen reflejando en tu fisiología, en tus relaciones, en tu vida…, turbando tu felicidad.
La sensibilidad nos puede liberar o nos puede matar. Si la abordamos desde la posición de la víctima, se convierte en lágrimas de cocodrilo, en sensiblería y nos predispone a la manipulación que es el terreno de la inconsciencia. Eso no es una verdadera relación humana, pues hay posesión, chantaje…
En el terreno de la sensiblería todos somos víctima. ¡Que se acabe ese territorio de la sensiblería y el chantaje emocional y asumamos nuestra responsabilidad! Cuando nos duele la vida es que nos estamos despertando. No necesitamos tantos analgésicos. De pronto, necesitamos un dolor más grande para saber lo que éramos.
Un día nos duele la vida y la vida nos dice que también es con nosotros y nos acerca un dolor que es un despertador. Un día vemos la proximidad del fin de la encarnación física y ella nos enseña las lecciones más hermosas de la vida.
Un dolor nos hace sensibles, nos ablanda. Todo fruto maduro es blando. El amor deja de ser un amor duro y dominante y casi perfecto y se convierte en ternura, entonces vuelves a nacer. La sensibilidad nos hace tiernos. Los viejecitos se vuelven tiernos y les cuentan cuentos a los nietecitos. Inician el camino de regreso, el camino de regreso es la ternura.
En el seno del caos renacemos. En el caos existe un vórtice de sensibilidad infinita que nos permite transformarnos y emerger y con ello, llega también la felicidad.
El estado de emergencia es un estado de alerta intenso, de genuina presencia, de éxtasis. Se trata de un estado en que, aún con todas las perturbaciones, te encuentras contigo mismo. Paradójicamente, en el ojo del huracán hay una infinita paz y adquieres un potencial infinito.
El problema no es lo que ocurra fuera, si no lo que ocurre dentro de ti. Es posible, aún con toda la turbulencia, que mantengas tu serenidad. La serenidad es la paz profunda e inconmovible del ser que te permite abordar los procesos de cambio sin resistencia.
He ahí la tercera vía a la felicidad: no te resistas al cambio.
Aprovecha la oportunidad de cada crisis. Utiliza tu infinita sensibilidad. Aprovecha las oportunidades que te brinda la vida para acceder a un nuevo potencial. Aprovecha la bifurcación cuando la vida no vuelve a ser igual. Aprovecha las semillas que la vida siembra en tu corazón, cuando la vida te duele profundamente.
La cuarta vía a la felicidad es la responsabilidad
A un animal no le podemos pedir responsabilidad, pero sí a un ser humano. Responsabilidad es una sensibilidad convertida en capacidad de responder. Tu evolución está determinada por tu grado de responsabilidad.
A qué respondes? ¿Respondes por tus actos, respondes por ti? ¿Respondes al dolor ajeno? La responsabilidad es una condición esencial del amor. El amor sin responsabilidad es lo más peligroso que hay en este mundo. En nombre del amor hemos cometido las mayores barbaridades.
La responsabilidad hace que el amor sea una verdadera respuesta a la felicidad. El amor es reconocer lo esencial del otro. La responsabilidad nos permite comunicarnos y corresponder. El amor nos lleva a un universo maravilloso de correspondencias.
Todo verdadero amor surge de la amistad y toda genuina amistad es reciprocidad, es una vía que va en dos direcciones. Donde hay reciprocidad hay resonancia, donde hay correspondencia hay correctas relaciones humanas. Esa es la más maravillosa lección que vinimos a aprender: correctas relaciones humanas. En ello somos todos aprendices.
Vinimos a aprender a relacionarnos. No vinimos a aprender a ser ingenieros o abogados. Esos son instrumentos para relacionarnos. El hombre es un ser relacional y vinimos fundamentalmente a aprender relaciones humanas respetuosas, responsables, liberadoras. No son relaciones sociales para retenernos, para poseernos, para chantajearnos. Lo son para liberarnos y completarnos.
Así transformamos la ecología de la Tierra, que no es una ecología externa.
Lo que le pasa a la Tierra es lo que le está sucediendo al corazón del hombre. Si yo abro mi corazón, abro la tierra dentro de mí. Si me amo y amo a mis semejantes, amo también a la tierra, al paisaje y la atmósfera. Y si amo con un amor puro no me contaminaré. El resentimiento es el agente contaminante.
El amor liberador existe en la reciprocidad responsable.
Amar es dar y recibir. Hay más sabiduría en el saber recibir. A menudo nos negamos a recibir el regalo de la sonrisa, de la mirada del otro, del amor, por no comprometernos, por no quedar en deudas, por pre-juicios. Necesitamos infinitas deudas de amor como vía a la felicidad. La gratitud es esa habilidad que revela tu propia luz.
La quinta y última vía a la felicidad es la sencillez.
La belleza es sencilla. Sólo lo sencillo es integro, sólo lo que es integro nos conduce a la unidad. La sencillez es transparencia, claridad, humildad, honestidad. Nos permite bajar del pedestal y entrar en la corriente de la gente, el corazón.
Conquistar el código de la sencillez en tu vida te lleva a ser feliz. No se trata de ser el gigante de tus sueños, ni el enano de tus complejos… sino de entrar en la corriente de la gente y sentirte uno con todos ellos. Conquistar el código de la sencillez en tu vida es condición para ser feliz, porque no tienes ninguna expectativa, porque así eres feliz con todo y a pesar de todo. Esa felicidad te hace entrar en comunión con tu humanidad. En esa comunión nos damos cuenta que somos la voz del Creador, que a la vez somos co-creadores, llamados a recrear la creación.
Somos mediadores entre los reinos inferiores y superiores de la naturaleza.
Cuando somos sencillos reflejamos el Alma, no para la vida eterna, sino para aquí y ahora en vivo y en directo. Ya no sólo comunicarnos, sino fundirnos por el centro, de corazón a corazón y así entrar en esa corriente de la evolución que pasa a través de nosotros para liberarse.