Psicocibernética

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¿Quién es el Maestro? – ¿Quién es mi Maestro?

Marisol Garrido
6 minutos de lectura
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Se cuenta que en un pequeño pueblo, hubo una vez un antiguo manuscrito en el cual se narraba esta historia:

Una tarde, luego de viajar por doce días, llegó a Galilea un viajero muy rico; él había hecho una gran fortuna, lo que le permitía viajar por tierras lejanas.

Al escuchar los rumores que hablaban de cierto joven de gran sabiduría y poseedor de capacidades únicas entre los hombres, decidió sin dudarlo llegar hasta él y conocerlo.

Lo vio aquélla vez, sentado bajo un árbol. Su aspecto era sereno, pero su mirada, tal como lo decían los Maestros de la Ley, mostraba un fulgor particular que hacía que quien estaba cerca, lo escuchara con el mismo respeto que se le otorga a los grandes Reyes y Señores.

Acercándose entonces al muchacho, el viajero dijo:

He invertido días y noches para verte. Dicen que eres un sabio entre los más sabios, un maestro de maestros. Aún así, estás bajo un árbol, en este pobre pueblo, con estas vulgares personas.

Entonces, si realmente eres lo que dicen, me sentiría muy complacido en brindarte una cantidad de monedas suficientes como para que decidas compartir conmigo tu saber.

He leído una gran cantidad de libros, he aprendido todo lo que puede enseñarse, y realmente dudo que tú, habitante de un pueblo, hayas accedido a los grandes saberes que están sólo reservados para los grandes Señores en los más selectos palacios, en las más grandes bibliotecas y en las más amplias arcas del poder.

El joven,dijo entonces:

Mi saber viene de mi padre, de él es la gloria y la luz de mi comprensión. 

Él habla a los corazones puros cuando realmente buscan la sabiduría.

Mi saber es fruto del amor, y es por eso que mi padre me ha dicho: lo que tu quieras, será lo que también yo quiera; mi voluntad, es tu voluntad por causa de tu gran amor…

Y, como lo que debo hacer es compartir mi vino con el que desee beber de mi copa, te daré lo que realmente buscas.

¿Ves esa cueva, tras los árboles?…ve allí, y encontrarás a tu maestro. Él oirá tu llegada y saldrá a tu encuentro.

El rico viajero no esperaba esa respuesta.

No soy yo quien deba enseñarte aún, tu camino es hacia la cueva, allí está tu maestro.

Te pagaré en oro y plata – dijo entonces el hombre al joven de los ojos llameantes.

No necesito oro ni plata. Trabajo la madera…y modelo con mi técnica la roca más dura de los hombres – fue la respuesta.

Así ocurrió que, un poco confundido y también algo molesto se dirigió finalmente hacia allí.

Apenas llegaba, un viejo perro salió a recibirlo moviendo su cola y caminando hacia él con el peso que el tiempo le había agregado a su pardo lomo, pero con la felicidad que nunca pierde quien se contenta con lo que realmente necesita.

Casi sin mirarlo, lo apartó con un pié mientras espiaba el interior oscuro de la cueva, esperando ver al maestro.

No parecía haber nadie… decidió entonces acercarse, dar unos pasos dentro del lugar y llamar:

¡He venido en busca de quien habita la cueva!

¡Me ha enviado un joven, quien dice trabajar la madera y las piedras, y que tiene fama de maestro! ¡Agradeceré a quien me conteste!

Nadie respondió.

Sólo el perro, sentado a un lado, lo observaba con curiosidad.

El hombre esperó hasta que el sol comenzó a caer. Necesitaría encontrar un sitio donde pasar la noche y comenzaba a impacientarse. El sol bajaba más y más, y, quien habitara la cueva, no volvía.

Ya enfadado, sintiéndose víctima de una broma de aquél joven, decidió volver, indignado, a pedir explicaciones.

Me has dicho que debería hablar con otro maestro, cuando he viajado mucho sólo para hablar contigo. Me has enviado a una cueva vacía diciéndome que allí habitaba un maestro. ¿Es esto acaso, una broma de mal gusto?

La respuesta del joven carpintero de Galilea fue ésta:

Te he visto estar frente al maestro, pero tu no lo has visto. 

Vuelve cuando seas capaz de ver, en los ojos de un viejo perro, aquello que tus libros no han sabido mostrarte.

Reflexión:

Palabras inteligentes tocan mentes y hacen revoluciones temporales solamente.
Palabras y actos amorosos tocan corazones y producen avances eternos.
No hay sabiduría sin corazón.
Sólo comprende quien despierta, y sólo despierta quien ama.
No lo dudes…el amor es el maestro.

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