Practiquemos la alegría

La alegría es el antídoto para todos los miedos. El miedo se asienta cuando no disfrutamos la vida. Si gozas la vida, el miedo desaparecerá. Por tanto, sé positivo y goza más, ríete más, baila, canta. Mira las cosas pequeñas cada vez con más alegría y entusiasmo. La vida está hecha de detalles y si logras dotar de alegría todas esas cosas, la suma total será colosal.

No esperes a que te suceda algo extraordinario. No es que en la vida no haya sucesos extraordinarios, claro que sí; pero no esperes a que se produzcan.

Las cosas extraordinarias suceden solamente cuando se viven los detalles cotidianos desde una nueva perspectiva, con la mente nueva, con renovada vitalidad y entusiasmo. Así, poco a poco, se van acumulando, hasta que un día se produce la gran explosión de dicha pura.

Hay muchas personas en el mundo que se pierden la vida, por estar a la espera de algún suceso extraordinario, el cual no podrá suceder de la nada. OSHO

LA ALEGRIA COMO SENTIMIENTO VITAL

La alegría es el estado de regocijo interior que nos hace sentir vivos y equilibrados; es una excitación que produce placer y felicidad y es un sentimiento natural grato que nos “obliga” a ver el lado risueño y gracioso de las cosas. Es una emoción expansiva que se necesita expresar y compartir con los demás.

Si dejamos abiertos de par en par los sentidos, nuestro cuerpo y nuestro espíritu, en perfecta sintonía, se dejaran invadir por la Naturaleza y por la vida que late en los demás seres vivientes que nos inyectan energía, como por arte de magia nos sentiremos inundados de la paz, la fuerza, el orden y la belleza de esa maravillosa sinfonía de la creación en todo su esplendor.

Y es que la vida en sí misma es un generador constante de alegría por el simple hecho de estar aqui, viviendo esta maravillosa experiencia, no importanto cual sea, pues cada una es un regalo de Dios, para solo sentirnos vivos.

Estar abiertos a la Naturaleza proyectándonos sobre ella con amor y con ternura, aspirando la fuerza del agua de los torrentes, el canto de los pájaros, el verde amplio de las praderas, la fresca sonrisa de un niño, o el rostro añoso de un anciano, es la forma más sencilla y natural de enriquecernos con la alegría más sana y auténtica, la que rezuma a raudales la vida que nos rodea, porque la alegría es un sentimiento vital y dondequiera que aliente un soplo de vida, allí se encontrará la alegría.

El niño, desde su más tierna infancia, nace con la alegría poniéndole en contacto directo con el equilibrio, el orden, la fuerza y la belleza de los seres que le rodean. Ha de percibirlos, sentirlos, amarlos para sentirse y amarse a sí mismo como parte integrante de la maravilla del Universo.

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¡LA ALEGRIA SE APRENDE!

Sí, se aprende a ser alegre y el aprendizaje de la alegría debería ser tarea primordial en el hogar y en la escuela. Si es verdad, como diría R. Guardini, que “Educamos más por lo que somos que por lo que hacemos o decimos”…, ser adultos alegres, cambiar nuestras actitudes deprimentes, negativas y derrotistas por otras entusiastas, positivas y esperanzadoras.

La alegría de vivir, la alegría de compartir con otros la propia existencia ha de ser potenciada, incrementada y enriquecida con la ejemplaridad.

En estos tiempos, encontrar una persona alegre por nada, dispuesta a sonreír a la gentey a sembrar optimismo, no es cosa fácil, en un mundo donde proliferan las tristezas de tanta gente depresiva y amargada que se complace en quejarse de todo y que se pasa gran parte de la vida presagiando fracasos y catástrofes.

Sin embargo, puede ocurrir que entre esa masa doliente que no es capaz de ver el lado bueno que tienen todas las cosas, aparezca alguien como surgido de otra dimensión, que se atreva a ser optimista y positivo aún en los peores momentos es algo divino.

¡LA ALEGRIA SE DESCUBRE!

 El niño descubre la alegría al sentir su propia vitalidad y su propio cuerpo en perfecto funcionamiento. Los sentidos que le abren a la vida, le enseñan a descubrir las primeras alegrías, marcadamente instintivas. De forma gozosa, la piel «se alegra» en los besos v las caricias de la madre; los ojos disfrutan y «se alegran» con la variedad de matices, de formas v colores; el oído se complace alegremente con los sonidos armoniosos.

Paulatinamente, cuando el ser humano va evolucionando conoce la alegría más interior, profunda y espiritual en la medida en que accede a la completa madurez mental y psíquica.

La paz interior, la armonía y entendimiento con nosotros mismos y la aceptación de la realidad que nos ha tocado vivir, preparan el camino hacia esa alegría sublime que pone en paz al hombre consigo mismo y con los demás, y que sólo es posible encontrarla, engarzada y asociada a los más nobles sentimientos que anidan en el corazón humano.

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¡LA ALEGRIA SE CONTAGIA!

La alegría se contagia y le devuelve a la gente el entusiasmo y las ganas de vivir. La alegría es como un puente fácil de atravesar, porque hasta el que se encuentra más deprimido puede cruzarlo y contagiarse y decidir en un solo instante cambiar su estado de ánimo y elegir ser una persona alegre para siempre. Nos libera para hacer cualquier cosa, nos permite volar con la imaginación e inventar cosas nuevas, atrae a la gente, abre puertas, disuelve rencores y resentimientos, permite olvidar y minimizar las adversidades.

SUGERENCIAS PARA CONVERTIR LA ALEGRIA EN HABITO.

Elevar el nivel de autoestima del individuo, haciendo que se sienta importante y necesario en la familia, en la escuela, en el grupo de trabajo y, en definitiva, que sea apreciado y tenido en cuenta por los demás.

Llevar una vida ordenada y sencilla, disfrutando de las cosas pequeñas y cotidianas que están al alcance de cualquiera: el descanso, el diálogo familiar, el contacto con la naturaleza, la diversión sana, el vivir intensamente el presente… pero moderando las exigencias y deseos ya que la búsqueda ansiosa y descontrolada de mayores satisfacciones conduce a la pérdida del propio equilibrio interno y, por tanto, de la verdadera alegría.

Pensar siempre en positivo, no permitiendo la entrada a nuestra mente de derrotismos y actitudes deprimentes o desesperanzadoras. Que el pasado negativo o la inquietud y el desasosiego por el futuro no nos impidan vivir el presente en paz y armonía con nosotros mismos.

Conseguir que nuestra ocupación o trabajo sea fuente de alegría y de servicio. Comprobar que el trabajo no sólo es la expresión clara de nuestra vitalidad, inteligencia y capacidad, sino que con él hacemos nuestra aportación a la sociedad, contribuyendo de forma directa al bienestar físico, intelectual, moral o espiritual de los demás.

Fomentar cada día, a cada instante, los sentimientos de aceptación, de conformidad y hasta de complacencia y alegría de la realidad cotidiana, sea cual fuere. Tras cada sombra siempre se oculta un destello de luz. La alegría será siempre nuestra fiel compañera cuando convirtamos en hábito el descubrir siempre el lado bueno de las cosas.

No te conformes con sentir la alegría dentro de ti, haz que aflore al exterior y contágiala a quienes te rodean con palabras, actitudes y gestos que les arrastren a compartir tu propia alegría.

Aprende a no perder ni un instante en lamentaciones y quejas inútiles sobre algo que es irremediable, como el jarrón que se ha roto, un día lluvioso, el robo del coche, una enfermedad incurable… Acepta lo irremediable ya que, una actitud de protesta y disgusto por algo que no tiene solución, te privará de la alegría de vivir.

Convierte la alegría en fiel comparsa de tu vida, ya que es, sin duda, el ingrediente principal en el compuesto de la salud física, mental y psíquica.


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