¿Qué es lo que obliga a los alpinistas a emprender la ascensión hacia las cimas más elevadas y de más difícil acceso? ¿Qué es lo que obliga a los deportistas a nadar, a correr, a conducir cada vez más deprisa? ¿Qué es lo que obliga a los jugadores de ajedrez a reflexionar durante horas enteras antes de mover un peón de su tablero? Nada. Son ellos mismos los que se imponen estos esfuerzos, estos problemas, estas proezas. Y, ¡qué alegría para ellos, cada vez que consiguen una victoria!
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¡Cuántas actividades, juegos y competiciones de todo tipo los humanos han inventado así! Esto demuestra que en lo más profundo de ellos mismos sienten la necesidad de ir cada vez más lejos, más deprisa, más alto, superarse, sobrepasarse. ¿Por qué no piensan, pues, que deberían aplicar también en la vida cotidiana estas cualidades de resistencia, de destreza o de inteligencia de las que deben dar muestra cuando se trata de juegos o de competiciones? ¿Por qué, entonces, se quejan siempre de que deben esforzarse continuamente?
Muchos de los juegos que se practican actualmente, fueron imaginados hace siglos por Iniciados. Con el tiempo, la mayor parte de estos juegos han sido transformados y actualmente sólo se aprecia el aspecto exterior; su sentido profundo se ha perdido. Para los Iniciados, estos juegos representaban una imagen de la vida, la transposición de los problemas que diariamente cada uno de nosotros debemos resolver, pues se trata de una ley absoluta: bajo una u otra forma, se reproducen los mismos fenómenos en los diferentes planos, físico, psíquico y espiritual.
Y puesto que los juegos son una imagen de los problemas que encontramos en la vida, ¿por qué no tomamos estos problemas como juegos? En lugar de sentiros agobiados, irritados ante la menor dificultad, decid: “Ahí tengo una nueva ocasión para ejercitarme, veamos cómo podré conseguido”. Estudiad bien la clase de prueba que debéis afrontar y desafiaros vosotros mismos.
Por ejemplo: “No dejaré de andar hasta llegar al final… Soportaré pacientemente esta carga… Me liberaré de este obstáculo… Navegaré en este mar embravecido y no me hundiré… Voy a abandonar la región del polvo y de las nubes, para alcanzar la más alta cima en donde respiraré el aire puro y siempre veré el sol.” Sí, podéis provocaros este tipo de retos de vez en cuando en vosotros mismos, como lo hacen los deportistas y veréis cómo soportaréis más fácilmente las pruebas de la vida.
Así pues, debéis comprenderlo bien: la felicidad no consiste en vivir sin pruebas, sin obstáculos, sin sufrimientos. Esto son ilusiones, La felicidad consiste en ser capaz de superar las pruebas de cada día, enriqueciéndose y fortaleciéndose con ello. Efectivamente, para alcanzar la felicidad, debéis salir victoriosos de vuestras pruebas.
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