Por: Darío Lostado
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El amor auténtico no puede ser en sí emotivo, porque la emoción nace y el amor es eterno. En la emoción, yo me siento “otro” o los “otros”. Y eso es la negación del amor que es la unidad.
Cuando consigo algo que deseaba o encuentro a alguien que deseaba ver, se da un estado emocional de alegría. Y de tristeza cuando ocurre lo contrario. Pero ambas actitudes y estados son ilusorios. Nada de eso es la realidad. Todo ello es una pura lucubración de la mente. Yo y el “otro” tan sólo estamos separados por nuestra mente, pero no en la realidad.
Es evidente que esto contrasta con la falsa creencia en que hemos sido educados de que existe una realidad que llamo “yo” y otra que llamo “el otro”. La realidad es una. Tan sólo hay separatividad en los conceptos mentales con los que nos manejamos comúnmente.
Esa idea de separatividad es, por cierto, la causa de todas nuestras calamidades a nivel humano personal, a nivel social y de toda la Humanidad.
En el amor verdadero no existe “el otro”.
Amar es sentirse uno en el otro. Esto es así en la realidad aunque nuestras mentes se resistan a admitirlo. Pero si yo no lo pienso, no lo siento y no lo vivo así, no estoy viviendo el amor verdadero sino una semejanza mental.
Así se explican todas las depresiones, vacíos, angustias, soledades y tristezas que aquejan a la Humanidad.
Quiéralo o no, sépalo o no, Dios es más yo que lo que yo pienso que soy yo. Esa es una unión que no se puede negar porque si se negase, ese ser que llamo Dios sería un dios falso o un simple concepto o palabra.
Vivimos en un mundo imaginario, un mundo donde creemos que hay personas diversas, a las que hay que amar de distinta manera, incluso en algunos casos, personas a las que hay que odiar. Es el mundo de la separación, que tan sólo tiene base en nuestra mente separatista que nos hace ver multiplicidad real donde tan sólo hay multiplicidad de formas, de manifestación del único Ser que es Amor, Unidad. Estamos viviendo con la pretensión de creer que este mundo de formas visibles es real cuando la única realidad de él es el cambio permanente y su fugacidad instantánea.
La emoción es una forma de la imaginación irreal.
Las sensaciones son alteraciones de los sentidos. Y los sentidos tan sólo son instrumentos del cuerpo. Y el cuerpo es la forma ilusoria con la que más identificados estamos en nuestra existencia. Por eso tenemos miedo a perderlo, porque creemos que perdemos todo lo que somos. Ese es el error y esa es la causa de la mayor parte de nuestros temores.
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Al estar identificados con nuestro cuerpo, toda nuestra existencia gira alrededor de las necesidades y satisfacciones exclusivamente del cuerpo que creemos ser.
En la satisfacción o negación de esa complacencia, aparecen las emociones alegres a tristes o a la inversa, con sólo cambiar un pensamiento favorable o desfavorable en su mente. Lo ilusorio, lo existente, para con el tiempo.
Sólo “lo que eres” está fuera del tiempo y es permanente”.
Cuando se comprende el proceso del vaivén transitorio de las emociones, la serenidad y paz inundan el alma.
El equilibrio emocional tan necesario para ser feliz, no se conseguirá mientras vivamos con errores graves en nuestra mente.
¿Cuales son estos errores?
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Cada uno ha de ir descubriéndolos en sí mismo, pero el más grave y madre de otros muchos errores es el de creer que yo soy esa idea que se ha ido formando en mi subconsciente a través de programaciones exteriores falsas y de la identificación que nos hemos creado con nuestro cuerpo, el personaje de nuestra personalidad que, a toda costa queremos imponer y afirmar sobre los demás.
Por todo esto, podemos afirmar que así como el amor es de tu yo verdadero, de tu naturaleza más íntima, las emociones son de tu pequeño yo, de tu personajillo, de la falsedad de ti.
Mientras somos esclavos de nuestras emociones, podemos observar que todas esas actitudes de altruismo, bondad, generosidad, servicio… se quedan en la autocomplacencia del pequeño yo personal que está sediento de emociones gratas.
Todo servicio, amor o preocupación por los demás no es sino un servicio y complacencia de sí mismo, si se está viviendo esclavizado al yo personal.
Tales personas harían muy bien si analizaran y examinaran, desde dónde están sirviendo a los demás y queriendo ser generosas y útiles…:
Y esto es muy sencillo de verlo, si en sus trabajos van buscando emociones de alegría en los resultados de sus servicios, cuando estos son exitosos y, por el contrario, se sienten tristes y depresivas cuando los resultados no son favorables, deben ver que es necesario y urgente cambiar su actitud egocentrada y obrar desde una actitud de amor generoso, que es el fondo de nuestra naturaleza más íntima, que permanece serena aun en las circunstancias más adversas y no se ve arrastrada por emoción alguna.
El egocentrismo nos separa de los demás, y el amor auténtico hace que la distancia entre yo y el otro sea igual a cero.
Darío Lostado
Atrévete A Ser Libre