El mundo entero desea la paz, la libertad. Podemos incluso decir que mucha gente las desea también para los demás. Pero como muy pocos saben dónde encontrarlas y cómo realizarlas, ocurre que, a pesar de todos estos magníficos deseos, la mayoría se sienten desgraciados y hacen también desgraciados a los demás.
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Sólo se puede encontrar la felicidad dando prioridad a la vida interior sobre las adquisiciones exteriores. Por supuesto, muchos dirán que ya lo saben: “El dinero no da la felicidad”. Saben que ni los bienes materiales, ni la gloria, dan la felicidad, pero se comportan como si no lo supieran. Continuamente se preocupan por conseguir una buena situación material.
Es por ello por lo que, incluso aunque lo consigan, no serán felices, e incluso harán desgraciados a los demás. ¡Se alborota tanto sobre el éxito material! Mientras se de tanta importancia a quienes triunfan financiera y socialmente, presentándolos por todas partes, en los periódicos, en la radio, en la televisión, se irá alimentando en las personas menos favorecidas, el sentimiento de inferioridad, de insignificancia, lo que necesariamente provocará celos, rencores, odios.
No quiero decir con ello que se deba dejar totalmente de lado el éxito social, no. Pero pienso que si los humanos dieran mayor importancia y aprendiesen a utilizar sus riquezas interiores, la sociedad se comportaría mejor. En primer lugar porque sería más generosa. ¿Cómo es posible pensar que la gente que concentra todos sus esfuerzos en el éxito material pueda ser realmente generosa? Sienten que aquello que tienen no lo poseen verdaderamente, y que están a merced de los acontecimientos o de la mala voluntad de gente más activa y más hábil que ellos; es, pues, normal que vacilen en compartir con otros aquello que tanto temen perder. Y no tan sólo no lo compartirán, sino que harán lo imposible para conservado, aunque para ello deban mostrarse egoístas, despiadados, o crueles. Por el contrario, aquél que ha trabajado para conseguir riquezas espirituales estará siempre dispuesto a beneficiar a los demás; sabe que no tan solo no perderá nada, sino que incluso se enriquecerá ayudándoles.
Los humanos necesitan tener modelos a los que imitar. Cuando ven a alguien que se distingue por su capacidad, por sus éxitos, desean ser como él. Por lo tanto, ¡cuidado!, si vuestra superioridad consiste en tener más dinero, más poder, más gloria, no seréis un buen modelo ya que arrastraréis a la gente hacia un camino que incita siempre a dominar a los demás, a humillarlos, a ponerlos en evidencia.
En cambio, si vuestra superioridad se encuentra en vuestras cualidades espirituales, la bondad, la sabiduría, el control, la nobleza, la generosidad, la pureza, la abnegación… no sólo sentiréis que realmente éstas os pertenecen y os permiten afrontar todas las situaciones difíciles, sino que también ayudaréis a los demás a andar por el buen camino y a encontrar la felicidad. Todo el mundo necesita modelos pero no modelos para alcanzar el éxito material, sino para que les ayuden a tener conciencia de sus verdaderas riquezas, las riquezas del corazón, del alma y del espíritu.
Omraam Mikhaël Aïvanhov