Difícil es caminar el desierto y no pisar las dunas que hieren los pies en el intento de encontrar el oasis de la realización.
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Imposible es trascender sin haber llevado en hombros el madero como cruz las pruebas, como también ascender sin caídas a la montaña, para crucificar allí los ásperos sentimientos de apegos y deseos.
Solo el constante Amor de Dios se hace cirineo, la fe como báculo para sostenerse en ella.
Cuán imposible es subir al Cielo sin antes haber pisado el suelo del mundo.
Es por estas crisis en el alma que Jesús el Buen y Divino Pastor nos proclamó como bálsamo de esperanza y fe:
“En el mundo tendréis aflicción, más confiad en mí… Yo he vencido al mundo…”
No sólo lo venció! Además enseñó cómo lograrlo nosotros! mén!
Gracias…
Gracias…