La expansión del poder del corazón

No hay nada más importante que aumentar nuestra capacidad de amar.

El apóstol Juan escribió: “Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que debemos amarnos los unos a los otros. Aquel que no ama, no conoce a Dios, pues Dios es amor”. Gautama Buda enseñó en esencia lo mismo. Dijo: “La totalidad de nuestro entrenamiento tiene como meta el amor y la compasión”. La amabilidad te llevará muy lejos en el sendero espiritual. Podemos expandir el poder del corazón si aprendemos cómo dar y recibir más amor.

Diez Pasos para ampliar nuestra capacidad de amar: 

1. Perdón

2. Transmutación de las cargas del corazón

3. Alegría

4. Gratitud

5. Perspectiva desde el corazón: Devoción

6. Ver más allá de las apariencias

7. Estirar el músculo del corazón

8. Establecer relaciones verticales en lugar de horizontales

9. Protegernos de las fuerzas del anti–amor, amarnos y nutrirnos a nosotros mismos

10. Cultivar la suavidad

El primer paso para expandir el poder del corazón es el perdón. 

En primer lugar, en último lugar y siempre, perdonar. No puedes expandir el poder del corazón si te aferras a la ira. Es increíble darse cuenta de cuánta ira hay en el mundo y cuán resueltas están algunas personas a aferrarse a esa ira. La gente se va a la tumba sin haber hecho las paces con sus enemigos. Se llevan a la siguiente vida sus resentimientos y su deseo de venganza. Cuando nos negamos a perdonar a un amigo o enemigo que nos ha hecho daño, aún cuando nos daña una y otra vez, creamos un lazo no sólo con la persona, sino también con la ira. Hacemos karma con ellos y no somos realmente libres. Jesús nos enseñó a perdonar setenta veces siete y a amar a nuestros enemigos. El Morya dijo que la resolución es un proceso que consta de dos pasos: perdonar al alma a través de la ley de la misericordia divina e invocar la ley de la justicia divina para el juicio del ser que no es real, nuestro lado oscuro que impulsa al alma a desobedecer las leyes de Dios. También debemos perdonarnos a nosotros mismos. Algunas veces creemos que no somos lo suficientemente buenos porque vemos nuestra parte humana y nos desilusionamos. Recuerda: no estamos perfeccionando lo humano, sino reconociendo y acelerando lo espiritual.

La segunda clave es el uso de la llama violeta para transmutar las cargas del corazón. 

Algunas veces te sientes cargado y no sabes por qué. Puede ser debido a que tus cargas tienen su raíz en eventos que sucedieron en vidas anteriores. Dios está abriendo la puerta a una parte de tu pasado para que así puedas resolverlo y trascender ese karma pasado. Una lección de amor: Gracias a Dios que Saint Germain nos ha dado la llama violeta para vencer cualquier dolor o carga. La llama violeta crea una gran espiral de energía que nos lleva a las octavas de luz. Saint Germain nunca dejará de responder tus oraciones, y su llama violeta tampoco dejará de hacerlo si la usas sabia y diligentemente.

La tercera clave es agrandar el imán del corazón mediante la activación de la alegría y la gratitud. 

La alegría va de la mano con el amor. Es contagiosa y magnética. La Madre Teresa dijo una vez: “Cuando la gente ve una felicidad habitual en tus ojos, eso hará que ellos se den cuenta de que son los amados hijos de Dios… La alegría es sumamente contagiosa; por tanto, mantente siempre lleno de alegría”. Una manera de activar tu alegría es simplemente estar agradecido todos los días de tu vida. La gratitud es el mejor antídoto para el enojo, la ansiedad y la depresión. Cuando te sientas deprimido, trata de pensar en ese momento en algo por lo que estés agradecido y después dile a Dios cuán agradecido estás.

La cuarta clave es establecer una perspectiva del corazón. 

Pensar, actuar y sentir a través del corazón. El corazón es la puerta abierta a Dios. Abre tu corazón y conocerás y sentirás a Dios caminando contigo todos los días de tu vida. Practica pensar, ver y actuar a través del corazón. Cualquier cosa que hagas (incluso si es servirle a alguien una taza de café) puede ser una extensión de tu corazón. Luego, dirígete al Dios que habita en los corazones de los demás. De manera consciente haz un esfuerzo por relacionarte con la belleza del alma en vez de con la personalidad. Desarrolla la verdadera compasión y trata de no juzgar a otros, pues uno nunca sabe qué cargas lleva nuestro prójimo. Trata de aprender de todas las personas con las que te encuentres. Por ejemplo, si tienes un instante de disgusto hacia alguien, lo mejor que puedes hacer es darle la bienvenida a esa persona en tu vida. Probablemente ya te has topado con tu karma y mientras más rápidamente lo equilibres, más rápidamente serás liberado de ese karma y de esa situación. Recuerda, no todo el mundo piensa, siente y actúa como tú, y está bien. Acepta a los demás como son y disfruta las diferencias de las personas. Vamos a encontrarnos con todo tipo de personas en el mundo que probablemente no encajan en nuestro molde. Sin embargo, ellos pueden tener algo muy precioso en su interior: un don, una idea, un valioso punto de vista. Está alerta a esto. Obsérvalo. Invita a otras personas a que compartan contigo lo que hay en su interior. Tal vez puedas aprender algo de ellos. Una forma de desarrollar una perspectiva del corazón es a través de la devoción, tomando un poco de tiempo cada día para sentir la presencia de Dios en el corazón. Encuentra una oración o un mantram sencillo que te ayude a conectarte con tu corazón y con el corazón de Dios, y hazlo una parte de tu ritual espiritual diario. A mí me gusta decir la oración “¡Oh, Dios, eres tan magnífico!”.

La quinta clave es ver más allá de las apariencias externas y ver la esencia interna. 

¿Tendemos a prestar atención a las apariencias externas en vez de a las características internas de una persona? Cuando nos encontramos con alguien, ¿hacemos una lectura basada en cómo se ve o lo que lleva puesto, o tomamos un momento para sintonizarnos con las cualidades internas que expresa? Podemos y debemos amar, respetar y honrar a Dios que está dentro de los demás. Si no vemos más allá de las apariencias externas y no vemos la esencia interna, podemos quedar atrapados en la idolatría. La idolatría es una semilla para el fracaso en cualquier relación.

La sexta clave es estirar los músculos del corazón. 

Dar amor es una experiencia sumamente profunda. Saint Germain dijo que para expandir el amor en nuestro corazón debemos salir al encuentro de aquellos que necesitan nuestro amor y darles copa sobre copa del elixir del amor a todos aquellos que puedan recibirla. En otras palabras, ¡estírate! Haz algo que no quieras hacer. Eso cambiará tu vida.

La séptima clave es establecer relaciones verticales en vez de relaciones horizontales. 

Muchas veces tratamos de relacionarnos con la gente de manera horizontal: al nivel de la personalidad en vez de hacerlo de manera vertical, al nivel del Yo Superior. Cuando permites que alguien se recargue en ti en una relación horizontal, no les estás haciendo ningún favor. Le estás permitiendo que acepte un substituto de lo real: una relación fuerte y amorosa con su propio Yo Superior y con Dios. Ciertamente podemos estar presentes para otras personas pero no podemos reemplazar su propio esfuerzo por llegar a Dios. Las relaciones verticales energetizan y las horizontales tienden a desenergetizar. Una relación vertical siempre deja un poco de espacio para el crecimiento y ambas personas tienen espacio para ser quienes son. Respetan las necesidades de su compañero(a) y se ayudan a florecer mutuamente. En una relación horizontal, la gente no puede ser quien es en realidad porque buscan dirección afuera en vez de buscarla adentro, en su Yo Superior.

La octava clave es proteger el corazón en contra de las fuerzas del anti–amor. 

Las fuerzas del antiamor que hay por todo el planeta y los universos se mueven constantemente en contra de la llama viva del amor. Por eso, tenemos que invocar la ciencia de la Palabra hablada, ponernos nuestro tubo de luz y el poder de los Elohim, y trabajar con la llama del rayo rubí a través de Chamuel y Caridad para protegernos a nosotros mismos, a nuestros hijos y a nuestros seres queridos.

La novena clave es amarnos y nutrirnos a nosotros mismos. 

Gautama Buda dijo una vez: “Podéis examinar el mundo entero y no encontrar nunca a nadie que merezca más amor que vosotros mismos”. Sé realista con respecto a ti mismo, acerca de tus virtudes y defectos. Trabaja duro en vencer tus defectos y no te olvides de disfrutar la vida. Tenemos que ser capaces, primero que nada, de nutrirnos a nosotros mismos para que verdaderamente podamos ayudar a los demás. Algunas veces esto significa decir no cuando otras personas ponen sus demandas en nosotros y no permitirnos ser vaciados. Si constantemente estamos pendiente de los caprichos de los demás y no nos tomamos el suficiente tiempo o espacio para nutrirnos a nosotros mismos, seremos menos efectivos en servir a Dios.

La décima clave es cultivar la suavidad. 

Hay mucha dureza en el mundo. El cultivo de la suavidad puede llevar de regreso a Dios a las almas de luz y a los niños pequeños. La suavidad es una actitud que nutre, que da, que no se ofende con nada. La rigidez y la resistencia te harán frágil, y las cosas frágiles pueden romperse; pero la suavidad es la fortaleza final. Como un sabio comentarista dijo una vez: “Bienaventurados los flexibles, pues ellos no serán deformados”. Lao Tsé enseñó: “No hay nada más suave o más débil que el agua, y sin embargo no hay nada mejor para atacar las cosas duras y fuertes. La cosa más suave y más flexible del mundo se mueve sin dificultad sobre la cosa más firme del mundo”. En vez de reaccionar frente a los demás con enojo y con emociones, permanece centrado en el corazón. Hay un pequeño pueblo en Pennsylvania –­Roseto- cuyos pobladores han sido más sanos que en cualquier otro lugar del país. El investigador que estudió a esta extraordinaria comunidad dijo que lo que los hacía diferentes era un importante sentido de apoyo incondicional dentro de la comunidad. La gente siente la conexión y el amor. Los ancianos son respetados por quienes son y por lo que todavía tienen que ofrecer. Así debería ser en nuestras comunidades. Al expandir el poder del corazón y al tratarnos unos a otros con apoyo incondicional.


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